La relación del ser
humano con su entorno y con todos los recursos naturales que se encuentran en
el planeta, ha sido de vital importancia para el desarrollo de poblados y comunidades,
así como para los oficios que allí se generan. Desde el momento en que se
iniciaron las civilizaciones sedentarias, muchas fueron las necesidades que
surgieron a partir de este cambio, especialmente en lo relativo a los objetos
utilitarios con fines de almacenamiento y procesamiento de alimentos, así como
también algunas vasijas relacionadas a la cosmogonía y rituales relativos a sus
creencias.
Estas sociedades
primigenias, son el punto de partida de una labor que ha permanecido en tierras
Venezolanas hasta la actualidad, siendo el estado Lara uno de los más
representativos en la tradición del uso del barro o arcilla, una relación
telúrica estrecha, asociada en sus comienzos a las manos femeninas de estas
tierras cálidas. Mujeres que se dedicaban a la recolección de la materia prima
y a su transformación en objetos útiles para la vida en el hogar y para las
labores comunitarias, conjugando de esta manera, los cinco elementos: tierra,
agua, aire y fuego; aunado al matrimonio eterno entre el hombre y su cosmo, en
el que en fase lunar menguante, se realiza la quema primitiva de las piezas que
engalanan muchos hogares venezolanos y perduran hasta la actualidad, como
testimonio de nuestro pasado remoto y reciente, que no muere y por el
contrario, se actualiza permanentemente en las manos de quienes perpetúan tan
noble oficio.